Los personajes populares de la calle
Ferrol ha sido el lugar de nacimiento o de residencia de diversas
personas que destacaron en variadas actividades políticas, industriales,
militares, literarias o artísticas. Pero también en la ciudad vivieron otras
personas que la vida llevó por diferentes caminos de lo que algunos pueden considerar
normales. Estos personajes deben contemplarse con el debido interés y respeto,
mereciendo la atención de aquellos que, de una forma u otra, estudiamos la vida
e historia de la ciudad.
Muchas de estas personas son protagonistas de la intrahistoria
más íntima y humana de una urbe, constituyendo un patrimonio afectivo por el
que se puede sentir cierta atracción. Entre estos personajes de Ferrol que
pueden calificarse como populares, esas personas que el escritor Siro López con
acierto llamó “Xente na brétema” en la publicación donde trata de ellos, se
encuentra una abundante serie de mujeres y hombres con los que todos nos hemos
cruzado en algún momento, casos de A Champana, Maruxa Racú, Taconatá, Cañavén, Tufitos,
Pachara, Topacho, Manolito Churreiro, Nandito, O Vello Melenas, Prósper y
Dieguiño, entre muchos otros.
Xente na brétema. Siro López
La mayoría de estos personajes, nacidos en Ferrol, vecinos de
la ciudad o trashumantes de la misma, han venido desarrollando sus diversas actividades en diferentes lugares de la urbe,
desde la Praza Vella hasta el barrio de Recimil o desde los altos de Canido
hasta el Cuadro de Esteiro. Entre los
muchos personajes en que podríamos hacerlo, nos vamos a detener en dos de los
más conocidos y populares, ambos fallecidos en los últimos años: Maruxiña y
Pacharita.
En primer lugar cumple citar a Maruxiña, una entrañable
señora mayor, de corta estatura y de complexión física más bien menuda, una
personita que pedía limosna de forma peculiar por las calles de Ferrol.
Habitaba en el barrio de Canido, cerca de la calle de Atocha, donde era vecina
de otro curioso personaje ferrolano de la época, Pimborete, el ingenioso
cazador de gatos.
Maruxiña siempre llevaba unos lentes de buen tamaño colocados
en la punta de la nariz. Debajo de la habitual pañoleta con la que se cubría, asomaban
sus largas y cuidadas trenzas de pelo blanco. Con su inseparable bastón y su
amplia bolsa recorría las viviendas y las calles céntricas de Ferrol pidiendo
la acostumbrada limosna.
Utilizaba un lenguaje muy particular, un gallego en el que
predominaba la “gheada”, la variante fonética tan particular del idioma gallego.
Si la limosna recibida no era de su agrado, Maruxiña utilizaba expresiones de
descontento como “nunca cheghamos a ricos”; “non saímos de pobres”; “esas motas
non cheghan a nada”. Alguna vez acompañaba sus palabras de contenidas manifestaciones
de mal genio, con amenazas del bastón incluidas, que le daban un añadido
encanto a su comportamiento.
Maruxiña y Pacharita
Otro popular personaje de las calles ferrolanas, fue Pacharita,
un varón de baja estatura y de mal genio, que era hijo de Pachara, un curioso
vendedor callejero de prensa que había sido muy conocido en Ferrol. José Manuel
Sayar, Pacharita, nació el año 1941 en la calle ferrolana Soto y falleció en
diciembre del año 2015 en el complejo gerontológico de A Veiga en la localidad lucense
de Láncara, donde había ingresado pocos meses antes.
El enclave y lugar de permanencia favorito de Pacharita era
la plaza de Armas y sus alrededores, donde solicitaba algún euro a los vecinos
y daba de comer a las palomas de la plaza. Con frecuencia se desplazaba al Cantón
de Molíns, donde trataba de ordenar el tráfico y aparcamiento de los vehículos,
a veces con unas formas poco correctas hacia los conductores, y a la calle
Galiano, donde, especialmente a primeras horas de la noche, se dedicaba a
barrer, o mejor dicho, a cambiar de sitio, la suciedad.
Pacharita fue una persona simpática para muchos que lo conocieron,
concitando el cariño de algunos pero también el enfado de otros. En diciembre
de 2015 fue enterrado en una fosa común del cementerio de Catabois, trasladado desde
Lugo. Unas veinte personas asistimos a la ceremonia fúnebre, entre ellas la
dueña de la pensión de Ferrol donde pasó sus últimos años, algún amigo de la
infancia, algún tertuliano del café de la calle Galiano donde era invitado y
dos políticos locales de diferentes partidos, que lo acompañaron en su despedida
portando sendas rosas rojas.
El habla popular ferrolana
Entre las hablas locales el ferrolano tiene una gran riqueza, es muy expresiva y goza de un fuerte arraigo en la nuestra ciudad, estando respaldada por una larga historia, llegando algunos estudiosos a afirmar que un vecino de Ferrol podría ser reconocido en cualquier lugar por su forma de expresarse.
El ferrolano. La llave inglesa. Guillermo Fernández
Varios autores han tratado en su obra el tema del habla
ferrolana, casos del periodista Mario Couceiro en un trabajo de la publicación
“Ferrol, su historia y sus gentes” y el escritor Guillermo Ferrández en sus
conocidas obras “El ferrolano” y “La llave inglesa”, contextualizando el habla
en sus circunstancias históricas, culturales, sociales y antropológicas. En
otra ocasión habría que referirse a los trabajos del profesor Porto Dapena
sobre el gallego hablado en la comarca ferrolana.
Según los estudiosos ha tenido una gran incidencia en el
habla ferrolana la fuerte presión del idioma castellano, fruto del nacimiento
de Ferrol como ciudad de la Corona, con la presencia de palabras procedentes de
diversos lugares de España, consecuencia de los numerosos trabajadores que se
integraron en los astilleros ferrolanos e incluso los numerosos jóvenes que
recalaron en Ferrol haciendo el servicio militar.
Una importante incidencia se registró a causa de los
anglicismos debidos a los numerosos técnicos ingleses procedentes de las Islas
Británicas, contratados por la conocida como Constructora (Sociedad Española de
Construcción Naval) para poner en marcha la Ley de Escuadra del año 1907. De
ahí palabras y expresiones plenamente integradas en el habla local como brus
(brush=cepillo), chepa (shepherd=pastor), a todo filispín (full speed=plena
velocidad), sorcho (soldier=soldado) y muchas más.
Todavía hoy recordamos la cara de estupor del amigo madrileño
que visitó Ferrol en aquella época en que las chavalas tenían que estar en casa
a primera hora de la noche, cuando estando en una cafetería ferrolana, llegadas
las diez de la noche, la joven que le acompañaba se despidió y le dijo que
tenía que irse a casa pues le “tocaba echar el polvo” y después “fregar de
vertedero”. No le dijo, como debía, que tenía que vaciar la basura a la calle y
lavar los platos.
No olvidamos tampoco nuestra época de infancia, cuando jugábamos
al peón (trompo), un típico juego de calle. Los mejores peones estaban
elaborados de buxo (boj) o de madera tropical de júcaro, con un afilado ferrón
(horrón) de tope (normalmente hecho en la Bazán), mientras se “pandaba” con los
peones de pino (las llamadas “patatas”), dotados de horrón de bola. Otras
palabras como piola, buxaina o virolusa estaban unidas a este juego.
Peón de júcaro (horrón de tope) Peón de pino (horrón de bola)
Los motes y apodos ferrolanos
Ferrol fue siempre un lugar donde proliferaron con frecuencia
los motes y apodos (los alcumes gallegos)
dedicados a las vecinas y vecinos. Dentro de Ferrol, la entonces Constructora (luego Empresa Bazán) fue
un semillero para estos motes. Así lo refleja Xan Ramírez en su diccionario
“1000 alcumes da Constructora”, elaborado el año 1997.
1000 alcumes da Constructora. Xan
Ramírez
La propia ciudad fue creadora de innumerables motes,
especialmente a partir de los años veinte, en los que la sociedad ferrolana
estaba dando un vuelco, acentuándose la diferencia de clases entre los vecinos
del centro y de los barrios, mientras los diversos cafés, casinos y teatros se
convertían en el lugar donde se miraba la sociedad ferrolana y se plasmaba esa
diferencia de clases.
Aparecen motes más o menos clasistas e incluso despectivos, como
Cerillitas y Pichoneras, y otros ilustrativos como aquel de Pandilla, dado a un
individuo siempre sentado en solitario en un sillón a la vista de los paseantes
de la calle Real, dentro de una sala acristalada del Casino conocida como la
Pecera, debido su nombre a que en aquella época solo acogía hombres,
precisamente los “Peces Gordos” de Ferrol.
Uno
de los apodos más llamativos, y por qué no decirlo, más cruel, fue el mote de
“Superman” que se le puso a un trabajador de la Empresa Bazán. El citado trabajador
había tenido un accidente laboral, quedándole una mano atrapada y aplastada por
una prensa hidráulica, lo que le le produjo un notable ensanchamiento y deformación
de la misma, por lo que le quedó el apodo de “Super Man”.
El nefasto programa cultural de la Alcaldía de Ferrol
El
actual alcalde ferrolano no asistió a la reciente presentación del libro sobre
la Memoria histórica de Serantes, ni acusó recibo de la entrega de una
publicación sobre el Camino Inglés. Mientras que sigue aislado de la ciudadanía
merced a la actuación de sus inspectores políticos de Prensa, Secretaría y
Gabinete, los respectivos concelleiros/as de Cultura, Patrimonio Histórico y
Turismo siguen su inoperante trabajo en el campo cultural.
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