14 EL CAMPOSANTO DE CANIDO. PRIMER CEMENTERIO DE LA ILUSTRACIÓN EN GALICIA

 

 LOS CEMENTERIOS PARROQUIALES  DE FERROL

Durante la época medieval la villa ferrolana, reducida al barrio de Ferrol Vello, contaba con la desaparecida iglesia parroquial de San Julián y el convento de San Francisco como lugares para enterrar a los muertos. La mayoría de los entierros se realizaban en la iglesia parroquial, lugar utilizado por la población más modesta, marineros, labradores y artesanos, mientras que una minoría escogida de comerciantes e hidalgos, por razones de prestigio y tradición, escogían San Francisco.

Cuando el año 1762 fue derribada la antigua iglesia parroquial de San Julián a causa de la construcción del foso del Arsenal Militar, los entierros se siguieron llevando a cabo en el convento de San Francisco, mientras que el hospital de la Magdalena disponía un pequeño recinto para enterrar a los enfermos y al personal residente en el barrio.

El año 1787 el rey Carlos III promulgó una Real Cédula prohibiendo los entierros intramuros de las ciudades, por razones de salubridad, al tiempo que ordenaba la construcción de cementerios “ventilados” en las afueras de las poblaciones. Siendo rey Carlos IV, el año 1804 dicha Cédula fue complementada por varias Circulares, remitidas a los regidores de las urbes más importantes de la nación, entre ellos el Gobernador de las Villas de Ferrol y A Graña.

Año 1787. Real Cédula sobre entierros y cementerios


EL CEMENTERIO MUNICIPAL DE CANIDO

El año 1775 el Ayuntamiento de Ferrol compró un terreno de 1650 m2 en el lugar de O Bacelar, barrio de Canido, por 3.300 reales. Allí se formó un sencillo cementerio de forma trapezoidal, cerrado con un muro, con puerta de acceso abierta al  norte, disponiendo de 1625 sepulturas de adultos y 27 de niños, situado en las entonces afueras de la urbe y siendo independiente de la iglesia parroquial.

Se construyó así en Ferrol el primer cementerio gallego situado fuera del núcleo urbano, puesto además en función antes de la citada Real Cédula del año 1787. Entre las razones de ello estaban el rápido crecimiento de una población de aluvión, la conversión de Ferrol en un puerto militar con la posibilidad de llegada de epidemias y enfermedades infecciosas por vía marítima, y la mentalidad higienista ilustrada bajo la que se edificó la urbe. De esta forma, Ferrol contó con el cementerio municipal de mayor antigüedad de Galicia y uno de los más antiguos de España.

Plano del recinto original del Cementerio de Canido. Año 1775

 

LA EVOLUCIÓN DEL CEMENTERIO DE CANIDO

El lugar donde se construyó  el cementerio se encontraba en la parte alta de Ferrol. No fue fácil lograr que los entierros se realizasen en un lugar alejado del centro de la población, carente además en principio de elementos simbólicos de carácter sagrado como una capilla. A pesar de la resistencia de los vecinos y del propio clero para el uso del cementerio de Canido, el temor a las frecuentes epidemias de cólera hizo que en abril del año 1801 el Gobernador Político y Militar de Ferrol, Diego Martínez de Córdoba y Contador, publicase un edicto prohibiendo los entierros en las iglesias de la localidad y obligando a sepultar los cadáveres en el nuevo cementerio.

Tras una serie de obras de ampliación, el año 1808, el cementerio de Canido quedó formado por un recinto trapezoidal de unos 5000 metros cuadrados de superficie, orientado a los cuatro vientos y totalmente rodeado de una alta tapia.  Se dictaron además una serie de normas para prohibir el depósito de los cadáveres en las casas y en las iglesias; tenían que ser llevados directamente al cementerio, una norma que normalmente no se cumplía.

Capilla del cementerio de Canido. Recreación de X.X. Braxe


El año 1810 se construye una calzada que lleva al cementerio desde la Puerta de Canido. El año 1825 se prolongó la calle San Eugenio (hoy calle de A Coruña), conocida popularmente como calle de los Muertos, hasta la calle Alegre, para conducir los entierros desde la iglesia de San Julián, entonces la única parroquia ferrolana. Hasta el año 1834 se realizaban las exequias de cuerpo presente en los templos, acompañando luego el cortejo fúnebre a los cadáveres descubiertos hasta el camposanto.

Ese año 1834, debido a sufrir la ciudad una nueva epidemia de cólera morbo, el Concello acordó que los fallecidos fuesen llevados en ataúdes cerrados directamente desde sus domicilios hasta el cementerio, realizando posteriormente el funeral en la iglesia parroquial. El año 1853 se estableció un sistema de carrozas fúnebres para el traslado de los cadáveres al cementerio de Canido, aunque las familias que así lo quisiesen podían seguir llevando a hombros los ataúdes.

Tanto el interior del cementerio como el terreno circundante fueron arbolados a mediados del siglo XIX con sauces y cipreses, contribuyendo de esta manera a la severidad propia del lugar. El camposanto fue sometido a varias ampliaciones entre los años 1860 y 1910, construyéndose nuevos osarios y nichos, quedando conformado como un amplio cuadrángulo de unos 9000 m2. De esta forma el cementerio de Canido quedó organizado de un modo racional, reflejando las nuevas ideas de la Ilustración y la sobriedad y academicismo que propugnaba el clasicismo.

En el medio del lienzo norte se levantó una capilla de estilo neoclásico cuyo amplio pórtico de entrada servía de acceso al cementerio y se remataba con un ático dotado de una gran cruz de piedra. La capilla fue obra del año 1807 del arquitecto Miguel Ángel de Uría, y el retablo del altar mayor, obra del maestro ebanista Miguel Vilariño, fue decorado en su calle central con un excelente cuadro de buenas proporciones pintado el año 1816 por Agustín Robles, titulado “La Unción y Entierro  de Cristo”.

El Descendimiento de Cristo. Agustín de Robles


EL CEMENTERIO CIVIL

El año 1875 se inició la construcción de un cementerio civil, conocido en la nomenclatura de la época como cementerio de disidentes o anticatólicos, aislando con una pared de pizarra y una reja de entrada un espacio situado a la entrada del camposanto. Además de la existencia de personas que no profesaban la religión católica o disponían ser enterrados “sin intervención de secta religiosa alguna”, se tuvo en cuenta el elevado número de trabajadores extranjeros, especialmente ingleses, de confesión protestante que en aquella época residían en Ferrol.

 

Construcción del cementerio para anticatólicos (Sic). Año 1875

Esquela de un librepensador. Archivo Municipal de Ferrol

 

EL TRASLADO DE RESTOS AL NUEVO CEMENTERIO DE CATABOIS

La escasez de espacio del cementerio de Canido y su poco adecuado emplazamiento, denunciados desde principios del siglo XX, motivó  que el año 1937, bajo la Alcaldía de Vázquez Permuy, se acordase la necesaria expropiación de terrenos en el lugar de Catabois de Arriba para construir un nuevo cementerio. En agosto de 1940 el Ayuntamiento de Ferrol adjudicó las obras para la construcción del actual cementerio municipal, bajo la dirección de los arquitectos Nemesio López y Rafael Fernández Huidobro, siendo inaugurado en julio de 1945 por el alcalde Eduardo Ballester, con un coste superior a los dos millones de pesetas.

Desde la inauguración del cementerio de Catabois se dejó de enterrar a los muertos en el cementerio de Canido de forma paulatina, hasta que quedó clausurado el año 1948. Desde ese año 1948 se comenzó a realizar el traslado de restos funerarios desde Canido al cementerio de Catabois en un proceso que duró casi veinte años, llevándose a  cabo el levantamiento y el traslado de cadáveres al nuevo cementerio de forma muy poco cuidadosa y sin el debido control por parte del Ayuntamiento y de la Iglesia, quedando numerosos restos sin trasladar, perdiéndose muchos de los cadáveres de personas allí enterradas, incluidos personajes ilustres de Ferrol, y desapareciendo muchas placas metálicas y de mármol de las tumbas allí existentes, en una página vergonzosa de la historia de Ferrol.

De los abundantes panteones que se levantaban en el cementerio de Canido, tan solo el monumental panteón de la familia Piñeyro, obra del arquitecto Gabriel Abreu, fue trasladado, piedra a piedra, al actual camposanto de Catabois. Antonio Piñeyro fue Hermano Mayor del Hospital de Caridad de Ferrol entre los años 1908 y 1922. En las ilustraciones se puede ver una antigua fotografía del panteón en la necrópolis de Canido y su instalación actual en el cementerio de Catabois.

 

                                                              Panteón de Antonio Piñeyro, año 1922

 Finalmente el viejo cementerio de Canido se cerró casi en coincidencia con la consagración de su capilla como iglesia parroquial de San Rosendo de Canido el año 1968, mientras que en el lugar ocupado por el antiguo cementerio se construyó el Instituto conocido por La Filial y hoy en día Instituto de Enseñanza Secundaria de Canido. 



Año 1945. Plano de Ferrol todavía con el cementerio de Canido


En el muro norte del cementerio de Canido, parte del cual todavía se conserva dando frente a la calle Navegantes, el año 2006 se colocó una placa en recuerdo de los militantes republicanos que fueron fusilados el año 1936 en las tapias del cementerio.

     

                                                                  Año 2006. Placa de recuerdo

 

 

13 FERROL FUERA DE FERROL. LAS TUMBAS DE PERSONAJES FERROLANOS

 

En los viajes debiera seguirse el consejo de André Malraux, autor de “La condición humana” y antiguo ministro francés de Cultura, visitando los cementerios, para conocer como muere y como se recuerda a la gente en los diferentes lugares del mundo. Recorriendo cementerios, como el de Chacarita en Buenos Aires, el de Eyüp en Estambul, el del Padre Lachaise en París o el Nacional de Arlington en Washington, se puede ver como sus tumbas y enterramientos son curiosos exponentes de la condición humana.

Son muchos los personajes ferrolanos conocidos, enterrados fuera de la ciudad por diferentes razones. Ramón Plá y Monge (1823-1892), emigrante de Ferrol enriquecido en Cuba, injustamente acusado de tráfico de esclavos, creó una Fundación Benéfica en su ciudad natal, favoreciendo económicamente a muchos ferrolanos. El panteón de Ramón Plá y Monge, Marqués de Amboage, es una obra llamativa levantada en el Cementerio Sacramental de San Isidro de Madrid. Se trata de una monumental construcción, una capilla de estilo neogótico, obra del escultor Arturo Nélida.

Capilla-Panteón de Ramón Plá y Monge. Madrid


El ferrolano Pablo Iglesias Posse (1850-1925) fundó el año 1879 en la centenaria Casa Labra de Madrid el Partido Socialista Obrero Español. Su panteón consiste en un amplio mausoleo que se levantó por suscripción popular en el madrileño Cementerio Civil de la Almudena, siendo el busto de mármol que remata la tumba una obra del escultor Emiliano Barral.

     

                                                                Panteón de Pablo Iglesias. Madrid


El mausoleo de la pensadora natural de Ferrol Concepción Arenal Ponte (1820-1893) es un elegante panteón-monumento situado en un destacado lugar del cementerio municipal de Pereiró en Vigo. Obra del arquitecto vigués González Román, lleva un medallón central con el busto en bronce de la escritora y penalista. 

Últimamente, los incansables “animadores culturales” de este pueblo, en una placa colocada con motivo del 200 aniversario del nacimiento de la escritora ferrolana, la definen como “activista social”.    

                                                              Panteón de Concepción Arenal. Vigo


Siendo Presidente del Gobierno, el ferrolano José Canalejas (1854-1912) fue asesinado por un anarquista en la Puerta del Sol de Madrid, cuando practicaba la poco habitual costumbre de un político de ojear los libros de un escaparate. El mausoleo-monumento de José Canalejas Méndez está situado en el edificio del Panteón de Hombres Ilustres, que se encuentra cerca de la madrileña Basílica de Nuestra Señora de Atocha. El elegante mausoleo se remata con una  notable escultura funeraria de mármol, obra del escultor Mariano Benlliure. 

Mausoleo de José Canalejas. Madrid


La tumba  del contralmirante Victoriano Sánchez Barcáiztegui (1826-1875), fallecido frente al puerto de Motrico (San Sebastián), cuando mandaba una fuerza naval enfrentada a los insurrectos carlistas, se encuentra en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Cádiz, siendo uno de los escasos marinos ferrolanos allí enterrados.

                                          Tumba de Victoriano Sánchez Barcáiztegui. San Fernando

Un arquitecto nacido en Ferrol y emigrante a Cuba, Calixto Loira Cardoso (1840-1872), fue el constructor del monumental  Cementerio Colón de La Habana y, como si fuese protagonista de una película de Alfred Hitchcock, fue precisamente la primera persona enterrada en ese cementerio. Su tumba se encuentra en la artística Galería Tobías.

Tumba de Calixto Loira. La Habana


Como contraste con los llamativos panteones y mausoleos anteriores, se encuentra la tumba itinerante de otro conocido personaje ferrolano, Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), situada el año 1975 en una de las capillas de la Basílica del Valle de los Caídos, y trasladada luego, el año 2019, al Cementerio del Pardo, en Mingorrubio, junto a la tumba de su esposa, ambos lugares en las cercanías de Madrid.

      Tumbas de Francisco Franco. Valle de los Caídos y Cementerio del Pardo


Sin embargo, algunos piensan que el auténtico Francisco Franco quizás esté realmente enterrado en una tumba del cementerio ferrolano de Catabois, perteneciente a su familia.

   Familia Franco. Cementerio de Catabois. Ferrol

 

  

12 FERROL. EL POSIBLE ORIGEN Y LA EVOLUCIÓN DE UN CONTROVERTIDO TOPÓNIMO

 

 LAS DIVERSAS TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DEL TOPÓNIMO FERROL

Como se ha visto, el nombre de Ferrol se escribe y aparece como tal los siglos XI, XII y XIII en diversos documentos de varios monasterios como los de San Martín de Jubia, San Salvador de Pedroso y Santa María de Sobrado, que se asentaron y tuvieron gran influencia en la comarca desde época medieval. De la misma forma ese nombre de Ferrol aparece escrito en diversas cartas náuticas y portulanos desde principios del siglo XVII.

Sin embargo, no está clara la procedencia del topónimo Ferrol, siendo numerosos los investigadores que estudiaron el tema. Entre ellos hay que citar en primer lugar a Domingo Díaz de Robles que en su completo trabajo “Etimologías históricas”, publicado el año 1864 en “Galicia. Revista universal de este reino”, estudió las diversas teorías e hipótesis sobre el origen del nombre de Ferrol, desde su antiguo Faro o el Farol que aparece en el escudo heráldico de la ciudad hasta su relación con el metal Hierro (Ferro en gallego) o con Aferradoiro, como lugar de amarre de buques, pasando por la presencia del mártir San Ferreol en época medieval.  

                                                       

                                                Etimologías históricas. Domingo Díaz de Robles


LA PRESENCIA DE SAN FERREOL EN LA VILLA FERROLANA

Diversos estudiosos como Moscoso de Altamira, Casimiro Torres y Camacho Lliteras consideran como origen del actual topónimo Ferrol el nombre del santo francés San Ferreol, que en época medieval, junto con San Julián, recorrió diversos lugares del norte de España, incluida Galicia. Al llegar al lugar donde nació la villa ferrolana fundaron un templo llamado de “San Julián y San Ferreol”, que con el tiempo derivó a “San Julián de Ferreol”, quedando finalmente este último nombre de Ferreol como topónimo de la urbe.

San Ferreol o San Ferriol, soldado romano, mártir y santo que vivió en Normandía durante el siglo IV, compañero en sus viajes de San Julián de Brioude o de Vienne, según variadas leyendas de carácter priscilianista y legendarias crónicas como la de Santiago de la Vorágine, está reconocido, igual que el citado San Julián, como el fundador de una serie de iglesias en diversos lugares, primero en Francia y luego en España, desde Cataluña hasta Galicia.

                                                 

San Ferreol y/o San Ferriol, soldado romano y mártir

En esta línea, que ya había tratado con anterioridad Domingo Díaz de Robles, incide el investigador Fernando Cabeza, autor de la obra “Toponimia de Galicia”, apuntando luego como una segunda posibilidad que el nombre actual de la urbe realmente derivase de un propietario de terrenos así llamado (domini Ferreoli). Esta segunda teoría fue seguida más tarde por otros investigadores, caso de Comellas Coimbra, Chao Espina, Souto Vizoso y Porto Dapena, incluso este nombre  de Ferreol fue citado por escritores como Álvaro Cunqueiro y Xohana Torres.


LA HIPÓTESIS DEL FARO Y DEL FAROL

Durante la sesión municipal celebrada el 22 de Junio de 1778, el Concello de Ferrol, presidido por el alcalde Pedro Bayón acordó  que el escudo de armas de la villa o blasón municipal consistía en una torre almenada, colocada sobre una restinga marítima y rematada de un farol, llevando un cañón y un ancla a cada lado.

Desde esa temprana fecha fueron muchos los autores que consideraron que el nombre de Ferrol podía proceder bien del Faro existente en uno de los montes que dominan la entrada del puerto ferrolano o quizás del Farol o linterna que estaba colocado en una torre del muelle de la villa.

El Farol en el primer escudo municipal de Ferrol

Precisamente los tres más prestigiosos historiadores ferrolanos del siglo XIX, Alonso López el año 1820, Montero Aróstegui el año 1858 y Baamonde y Ortega el año 1867, apuntan e incluso defienden la posibilidad de que cualquiera de esos dos instrumentos de señalización o situación fuese el origen del nombre de la localidad. Otros autores como Sebastián Miñano y Pascual Madoz en sus respectivos Diccionarios Geográficos de los años 1826 y 1845 insisten igualmente en esta posible procedencia.


FERROL COMO DERIVADO DE LA PALABRA HIERRO (RAÍZ LATINA FERRUM)

Han sido muchos los autores que han estudiado la posibilidad de que alguna palabra relacionada con el nombre gallego o latino del mineral de hierro, como es el caso de Ferralii o sus diferentes variantes Ferreolis, Ferrollum, Ferrolae, Ferroeli, Ferrollium, etc, pudiera ser el origen del nombre de Ferrol, debido a la presencia de este mineral en la comarca.

Entre los seguidores de esta teoría destaca Domingo Díaz de Robles que hace notar que el genitivo latino FERRALII que aparece en la inscripción grabada en la cara oriental del obelisco erigido en honor a Churruca, monumento que hoy podemos ver en los Jardines de San Francisco, se lee: INMORTALITATI CHURRUCA INCLITI FERRALII DECORIS. Sin embargo, de forma contradictoria a lo anterior, dicho nombre aparece escrito de forma diferente, FERROELI, en la reproducción de esa misma inscripción que hacen tanto Montero Aróstegui como Baamonde y Ortega en sus respectivas obras del siglo XIX.

 

El nombre de Ferralii. Inscripción del Obelisco de Churruca


Siguiendo con el tema, en escritos referentes a Ferrol aparece la palabra del castellano antiguo aferradero (aferradoiro en gallego), vocablo que ya empleó el siglo XVI el licenciado Sagrario Molina, como zona de amarre  o lugar donde pueden fondear o dar fondo los buques y embarcaciones, para los cuales la ría ferrolana era un lugar “excelente y seguro”. Para algunos autores la palabra aferradoiro pudo ser el origen del nombre de Ferrol. Incluso se cita el antiguo nombre de ferrón, utilizado en puertos pesqueros como nombre dado al ancla. 

 

 Descripción del Reino de Galicia. Los aferraderos de Ferrol


OTRAS TEORÍAS DE LA PROCEDENCIA DEL NOMBRE DE FERROL

Muchas otras son las teorías de  diferentes investigadores sobre las diversas procedencias del nombre de Ferrol que se podrían citar. Mientras que Benito Vicetto y Manuel Murguía, sin aportar mayores razones, consideran como celta la procedencia del nombre de Ferrol, otros investigadores como García de la Riega y Amor Meilán apuntan a un posible origen griego del topónimo.

Finalmente, otros estudiosos como Emiliano Balás, Carré Aldao y más recientemente Vázquez Rey indican que el nombre de Ferrol pudiera provenir o derivarse de Portus Farralium (puerto de los granos), aludiendo a la producción y abastecimiento de cereales desde el puerto ferrolano.


(EL) FERROL COMO NOMBRE DE LA CIUDAD

Un tema que ha merecido la atención de los estudiosos del nombre de Ferrol fue la anteposición del artículo (El) a su nombre durante los últimos tiempos. Tras la estabilización del topónimo Ferrol (sin artículo previo) durante los siglos anteriores, a partir del año 1733 en que Ferrol es incorporado a la Corona, empieza a aparecer el topónimo El Ferrol (con el artículo delante), especialmente en la documentación oficial gubernativa referida a las numerosas obras de la nueva ciudad e instalaciones navales, en las que se cita “Villa del Ferrol”, “Arsenal de Ferrol” y “Puerto de Ferrol”.

Por su parte la administración municipal conservó el topónimo Ferrol sin artículo en diversos documentos,  citando la “Villa de Ferrol”. La sesión municipal de 22 de Junio de 1778 definió el escudo de armas de la ciudad a base de una torre coronada por un farol, adornada con banderas, anclas y cañones, “por ser Ferrol capital de Departamento Marítimo”. Sin embargo, conocidos escritores gallegos de la Ilustración usaron el artículo El al referirse a la villa ferrolana. El coruñés Cornide Savedra cita a la “villa del Ferrol” y “ría del Ferrol”. El ferrolano Lucas Labrada utiliza también el topónimo El Ferrol cuando trata del puerto y la urbe ferrolana.

Posteriormente se alternó el empleo de Ferrol con y sin el artículo previo. De esta manera, un Real Decreto de 21 de Abril de 1834 fija la división de Galicia en las cuatro provincias actuales, incorporando el “Partido Judicial de Ferrol” a la provincia coruñesa. Más tarde un Real Decreto firmado por la reina Isabel II el 13 de Octubre de 1858, concede a la “villa del Ferrol” el título de Ciudad con tratamiento de Señoría Ilustrísima. Otro Real Decreto datado el 9 de Junio de 1881 concede a la “ciudad del Ferrol” el tratamiento de Excelencia.

Durante los siglos XIX y XX se utilizó normalmente el nombre de El Ferrol (con artículo previo), usado siempre en la documentación oficial con preferencia al tradicional topónimo Ferrol, pese a las razones históricas, y los usos y costumbres de la propia ciudad.  En este aspecto es curioso recordar el conocido romance que Luis de Góngora ya publicó el año 1595 con el título de “Despuntado he mil agujas”. En el romance  se refiere a El Ferrol, con el artículo en mayúscula:

A las armas, mozalbitos,

que un navío filipote

os espera en El Ferrol

¡Plegad a Dios que derrote¡

Entrado el siglo XX, una Orden Ministerial de 30 de Septiembre de 1938 convirtió oficialmente el nombre de la ciudad en El Ferrol del Caudillo. Finalmente, un acuerdo municipal de 28 de Diciembre de 1982, fijó de forma definitiva el nombre actual de Ferrol, con el que la ciudad entró en el siglo XXI. Estamos ante otra historia.

 


Año 1958. El Ferrol del Caudillo

 

 

11 FERROL. EL TOPÓNIMO DE LA CIUDAD EN LOS DOCUMENTOS ANTIGUOS

 

 

LA PRESENCIA DEL TOPÓNIMO FERROL EN LA DOCUMENTACIÓN MEDIEVAL

Ferrol es la cabecera de un amplio territorio que se extiende hasta Cedeira por el norte y hasta Pontedeume por el sur, configurado desde el punto de vista histórico dentro del antiguo Golfo Ártabro y conformando la llamada comarca de Tierra y Mar de Ferrol.

La comarca tuvo una intensa vida monacal en época medieval, siendo lugar de asentamiento  e influencia de monasterios como los de San Martín de Jubia, San Salvador de Pedroso, Santa María de Sobrado, San Juan de Caaveiro y Santa Catalina de Montefaro, todos ellos con importantes intereses en la comarca. El topónimo de Ferrol aparece reflejado en varios documentos antiguos de estos monasterios.

AÑO 1087. MONASTERIO DE SAN MARTÍN DE JUBIA

La primera mención histórica de la ciudad aparece como feligresía de “San Juliano de Ferrol” en un documento perteneciente a la  Colección Diplomática del Monasterio de San Martín de Jubia, datado el año 1087 y referido a la venta de unos terrenos en las cercanías de Ferrol.


San Juliano de Ferrol. Monasterio de San Martín de Jubia

El profesor ferrolano Santiago Montero Díaz reprodujo una copia de dicho documento, realizada el siglo XIII y que se encuentra guardada en el Archivo Histórico Nacional,  en su obra “La Colección Diplomática de San Martín de Jubia”, publicada el año 1935.


AÑO 1111. MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE PEDROSO

La siguiente referencia histórica de la urbe ferrolana aparece como “villa de Ferrol” en el documento fundacional del monasterio de San Salvador de Pedroso, que realiza doña Munia Froilaz y que está datado el año 1111.

El historiador Enrique Cal Pardo dio a conocer una copia de dicho documento, datada el año 1543, que está guardada en el Archivo de la Catedral de Mondoñedo. En el citado documento se concede al monasterio de Pedroso media villa de Ferrol y la villa de Canito (Canido).


Villa de Ferrol. Monasterio de San Salvador de Pedroso


AÑO 1288. MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE SOBRADO

Una nueva referencia a la ciudad de Ferrol aparece en un documento del monasterio de Santa María de Sobrado en el que se lleva a cabo el año 1288 el desembargo del Coto de Serantes, en presencia de Rodrigo Álvarez, “Alcalde de Ferrol”, y de Joán Pérez, “Notario del Rey en Ferrol”, lo que da a conocer la presencia en fechas tempranas de una estructura administrativa en la capital ferrolana.

Este documento aparece reproducido en las páginas de una publicación de César Vaamonde Lores, editada el año 1909 en A Coruña, referente a las escrituras de propiedad del monasterio de Santa María de Sobrado en los partidos de Ferrol y Puentedeume, hoy guardadas en el Archivo del Reino de Galicia.

Alcalde de Ferrol. Monasterio de Santa María de Sobrado


AÑO 1268. CORTES DE JEREZ

La primera mención específica del “Puerto de Ferrol” aparece el año 1268, año en que el rey Alfonso X el Sabio estableció en las Cortes de Jerez el primer ordenamiento jurídico de los puertos marítimos de la Corona de Castilla.

En la obra “Cortes de los antiguos Reinos de León y Castilla”, editada en Madrid el año 1861 por la Real Academia de la Historia, se informa que el año 1268 se autorizó al puerto de Ferrol para la carga y descarga de mercancías, junto con otros puertos gallegos como Ribadeo, Viveiro, A Coruña, Padrón, Pontevedra y Baiona.

Puerto de Ferrol. Cortes de los Reinos de León y Castilla


EL ANTIGUO NOMBRE DE FERROL EN PORTULANOS Y CARTAS NÁUTICAS

Es interesante hacer un recorrido por los nombres recibidos por el puerto ferrolano en diversas cartas náuticas y portulanos antiguos, topónimos diferentes según la fecha y la nacionalidad de los autores, y que deben considerarse con reservas por las características de estos documentos, que, siendo obra de cartógrafos extranjeros, se prestan fácilmente a su deturpación.

En el trabajo “Ferrol en los antiguos portulanos” de Juan L. Camacho, Ricardo J. Santé y Miguel A. Rodríguez, publicado el año 1998 en la revista Ferrol Análisis, los autores investigan diversas cartas náuticas de los siglos XIII al XVII. De manera resumida, según las obras y documentación estudiada, perteneciente a autores de diferentes nacionalidades, desde genoveses a holandeses, con referencia a la ría y puerto ferrolano aparecen escritos los topónimos Ferreol, Ferreoli, Feron, Ferol, Ferolis y Faroll.

Dos de estas cartas, donde aparecen los respectivos nombres de Ferolis y Farroll, se muestran a continuación. Ambas se reproducen en la obra “Ferrol y las defensas del puerto de guerra del rey”, publicada el año 2008 por Alfredo Vigo e Irene Mera.

Año 1580 “Ferolis”. Carta náutica holandesa

Año 1590 “Farroll”. Carta náutica inglesa


Una de las primeras cartas náuticas donde aparece el actual nombre de Ferrol es en una carta del año 1634 del cartógrafo portugués Pedro Teixeira, que al servicio del rey Felipe IV elaboró numerosos planos de ciudades y cartas de la costa española.

Año 1634. “Ferrol”. Carta de Pedro Teixeira

Desde época medieval se observan ciertas variaciones en el nombre con que se denomina al puerto ferrolano en los primeros trabajos de cartografía, hasta que mediado el siglo XVII, coincidiendo con la presencia de las obras de cartógrafos españoles y portugueses, empieza a escribirse el actual nombre de Ferrol. Este nombre se estabiliza a partir del siglo XVIII, momento en el que, desde el nombramiento de la villa como capital de Departamento Marítimo del Norte, se consolida el topónimo oficial de Ferrol para el puerto y la urbe.