21 FERROL. UN CUENTO TRISTE DE NAVIDAD
Dedicado a quien el lector ya debería
saber
A la hora del tibio sol
de mediodía de una mañana del mes de Diciembre, una amplia plaza de Ferrol
estaba llena de gente, a pesar de encontrarnos en plena pandemia. Transcurrían plácidamente
los días previos a las Fiestas de Navidad.
Aparecían las señales premonitorias del desastre que se avecinaba: los días eran más cortos y fríos; empezaba el pregón de una Lotería que nunca toca; los medios de comunicación, en pleno período de crisis, anunciaban sin pudor los turrones y los cavas más caros del mundo; los supermercados cambiaban las cosas de sitio para colocar a la vista las porquerías que engordan el cuerpo y adelgazan el bolsillo.
Llegaban los horribles días navideños que nos obligan a ser buenos y generosos con los familiares y conocidos que nos hacen la vida imposible; se acercaba el día de los Inocentes, en el que hay que gastar alguna broma; venían esas fechas en las que se debe sentar a un pobre a la mesa, como en las películas de Berlanga; y llegaban esas noches anteriores a la pandemia, cuando se salía en pandilla, se cantaba y bebía hasta la madrugada el día de Fin de Año.
Estábamos en las inacabables jornadas de compra de regalos para todos en la Fiesta de Reyes, al tiempo que se derrocha en guirnaldas y luces de colores mientras las ruines Compañías Eléctricas suben sus inentendibles tarifas, sin el debido control de los gobernantes. En resumen, unas insoportables fechas de consumo inmoderado y de costumbres obligatorias.
De repente, salieron de la niebla tres extraños personajes vestidos de forma estrafalaria, tocados con un manto de color y una especie de corona metálica en la cabeza. Uno tenía la barba blanca, otro la llevaba castaña y el tercero la tenía negra como el tizón de Navidad. Montaban unos exóticos animales, una especie de caballos grandes dotados de una gran chepa o joroba. A su alrededor ladraban los perros asustados, y en la plaza, tanto niños y niñas como personas mayores, se preguntaban quiénes eran esos tíos tan raros y qué puñetas hacían allí.
Pronto llegaron unas
aguerridas Fuerzas de Orden Público, vestidas de color negro como el carbón del
Infierno, encapuchadas como horribles seres de otro mundo, armadas hasta los
dientes, montados en unos sofisticados vehículos, dotados de chirriantes
sirenas y luces destellantes, acompañados de fieros perros policía.
Las aguerridas Fuerzas de Orden Público
Mientras tanto los agentes encapuchados empezaron a investigar la presunta procedencia ilegal, posiblemente de China o de Corea, de los juguetes y regalos que traían los tres curiosos personajes, mientras otros buscaban el escondrijo de marihuana, cocaína y otros alucinógenos en las chepas de aquellos extraños cuadrúpedos que montaban.
El Papá Noel de las Tierras Nórdicas
Cuando otros personajes participantes de este sarao, procedentes de las frías tierras nórdicas, los llamados Papa Noel y Santa Claus, conocieron la triste peripecia de sus colegas de Oriente, guardaron en sus armarios las campanillas, gorros y trajes rojos. Encerraron sus renos y los trineos, mientras esperaban una mejor ocasión para viajar a esta ciudad, tan lleno de tordas, dejando sin argumentos este cuento de Navidad que parecía tan feliz.
Desde entonces, recordando esta visita, los vecinos más cursis del pueblo colocan en las ventanas y balcones de sus casas unas colgaduras mostrando los Reyes Magos y Papa Noel trepando por unas escalas, una mala costumbre que no se debe permitir, ya que ofende las santas conciencias de ciertos ciudadanos laicos y la sensibilidad de conocidos raperos
Además no se refleja la auténtica realidad social
de un país, donde los que de verdad penetran hoy sin permiso en nuestras
viviendas, al parecer con el permiso de la autoridad competente, son ciertas
bandas de albano-kosovares o de sinvergüenzas que se hacen llamar okupas.
Los visitantes de Ferrol en la Navidad
En vez de los Reyes Magos y demás personajes de ciencia ficción, tendrían que visitarnos otros individuos de mayor actualidad, los cuatro Jinetes del Apocalipsis, que representan los males que aquejan a la Humanidad: la Guerra, el Hambre, la Enfermedad y la Muerte. Hoy en día esos cuatro Jinetes de la Apoca Crisis estarían representados por los Políticos, los Sindicalistas, los Jueces y los Banqueros, en el orden que ustedes elijan.
El Papa de Roma, Francisco, dentro de las voluntariosas e inútiles reformas que intenta realizar, debería reducir por decreto estas inacabables fiestas a cuatro fechas: Nochebuena y Navidad, Año Viejo y Año Nuevo. Podría añadir la Fiesta de Reyes, para que la celebren los monárquicos impertinentes y los que todavía creen en los Magos.
Resumiendo:
llega la insoportable Navidad, nacida como una fiesta cristiana y solidaria, y
hoy convertida en la festividad más egoísta y hortera del calendario. Unas
fiestas injustas en las que el pobre se siente más pobre que nunca y el que
está solo se encuentra todavía más solo.
Este
año tendremos la dulce compañía de la pandemia que nos invade; pongámonos la
mascarilla y dejemos el turrón y las uvas para otro año. Llegados esos tristes momentos de la
Navidad, felicidades y que ustedes lo pasen lo mejor que puedan.
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